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viernes, 4 de octubre de 2013
viernes, 27 de septiembre de 2013
Año de santidad y de júbilo
No
es frecuente, que yo sepa por lo menos, que a una institución se le conceda el
privilegio y el honor de celebrar un Año Jubilar, un Año Santo, para conmemorar
algún acontecimiento relevante de la misma. En este caso, los beneficiados hemos
sido nosotros, los Franciscanos de María. La Penitenciaría Apostólica, presidida
por el que fuera nuncio en España, cardenal Monteiro, ha concedido a nuestra
familia espiritual este gran don, con motivo de celebrase este año el XXV
aniversario de la fundación y vigésimo de la primera aprobación, concedida en
1993 por el entonces cardenal arzobispo de Madrid, Angel Suquía.
Durante
este año de gracia, se especifica en el decreto, se gozará de siete fechas para
ganar
la indulgencia plenaria: 15 de octubre (día de la fundación, fiesta de Santa
teresa de Jesús), 8 de diciembre (solemnidad de la Inmaculada), 12 de diciembre
(fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe), y ya en el año próximo: 25 de marzo
(solemnidad de la anunciación y encarnación del Señor), 25 de julio (solemnidad
de Santiago Apóstol, patrono de España y primer misionero), 8 de septiembre
(Natividad de la Santísima Virgen) y 4 de octubre (fiesta de San Francisco de
Asís), en la que se cerrará el Año Jubilar.
En
estos señalados días, se ofrece, no sólo a los miembros de los Franciscanos de
María, sino a todos los que quieran unirse a la celebración eucarística y
cumplir las condiciones
prescritas por la Iglesia, recibir el gran don de la indulgencia plenaria o
aplicarlo por los familiares difuntos. Además, la Santa Sede ha permitido que
gocen de este mismo beneficio los que, por motivos de salud, no puedan
participar en las Eucaristías celebradas con ese fin y puedan seguir el acto que
será transmitido por esta televisión. Además, como los Franciscanos de María
estamos presentes en 36 naciones, este gran don se puede aplicar en todos los
países donde nos encontramos, en todas las diócesis donde existe alguna de las
casi 600 escuelas de agradecimiento -que es como se denominan nuestras
comunidades- y que son más de 160 en el mundo. Gracias, por lo tanto, a la Santa
Sede y a la existencia de esta pequeña y humilde familia espiritual, una lluvia
de gracias se va a derramar sobre todos estos países y ciudades, haciendo
posible a miles de fieles recibir este gran don, para ellos o para sus difuntos;
si tenemos en cuenta los que recibirán esta gracia por participar a través de la
televisión, la cifra se eleva muchísimo más.
Pero
un Año Santo, un Año Jubilar, es mucho más que una ocasión para lucrar la
indulgencia plenaria. Es un tiempo de gracia, un tiempo de Dios, un tiempo
dedicado al Señor, a la conversión, a la renovación, a la unión más intensa con
el Dios que nos ama y al que queremos amar con toda el alma. Además, como Año
Jubilar, nos habla de gozo, de alegría, de alabanza y de acción de gracias; en
este caso, el agradecimiento y la alegría procede de la existencia de los
Franciscanos de María, cuyo fundador, el Espíritu Santo, quiso otorgar a la
Iglesia un nuevo carisma dedicado a difundir la espiritualidad del
agradecimiento a imitación de la Santísima Virgen y de San Francisco de Asís. En
una época en que sólo se habla de los derechos humanos, nosotros levantamos la
bandera de los derechos de Dios y queremos recordar a todos que Dios tiene
derecho a ser respetado, adorado, obedecido y amado. Y que sólo cuando se
respetan esos derechos, los derechos humanos son también debidamente respetados.
Que haya un carisma dedicado a agradecer y a enseñar a agradecer -a Dios y al
prójimo- es un verdadero don para la Iglesia. Esto es lo que ésta reconoce y por
ello nos invita a todos, propios y extraños, a alegrarnos, a estallar de júbilo
y darle gracias a Dios por su Divina Providencia que nunca deja abandonada a su
Iglesia.
En
este Año Santo, en este Año Jubilar, los franciscanos de María le decimos al
Señor, unidos al Papa Francisco: Estamos aquí, cuenta con nuestra humilde
aportación, para contribuir -junto a otros- a renovar y reparar tu casa para que
sea siempre tuya, la pura y limpia casa de Dios en la que todos los hombres, y
sobre todo los últimos, encuentran acogida y esperanza.
Santiago Martín FM